quinta-feira, 26 de abril de 2018

Contaminação Urbana da Alma

Olá companheiro(a) de viagem!
Meu prólogo almeja conseguir seu perdão pela extensa e insistente ausência de minha parte.
Em minha defesa argumento que não foi intencional, pelo menos não conscientemente.
Sabes que, apesar de minhas escolhas, vim para essa loucura concretada que é a tal da cidade grande. Lembra que eu tinha pavor daqui. Mas, sem perceber me vi levado pela correnteza da alma urbanizada.
Não é uma escolha do tipo sabedoria do Zeca Pagodinho = “deixa a vida me levar, vida leva eu...”; a coisa aqui te pega sem que perceba.
No primeiro momento um caboclo assim como eu, apreciador da paz de uma mata e do sossego matutado de uma currutela (vilarejo de interior), se assusta com a multidão apressada eternamente correndo para um evento para o qual estão todos atrasados e serão punidos; esse sentimento de pânico te salva, faz com que você fique pouco tempo aqui, mas veja minha sina.
Eu que sempre pressenti esse perigo e me demorava pouco aqui ou mesmo nem vinha; acabei por ultrapassar o tempo de segurança e me contaminei com os ares urbanos.
No segundo momento, já fisgado o cidadão começa por se impressionar com a super, ultra, mega, plus e com abas, diversa diversidade, que de tão diversa acredito não mais lembrar o que é o tal padrão de normalidade. E me questiono como tem tanta gritaria sobre minorias quando nessa cidade dá trabalho juntar três do mesmo tipo, todos são únicos e representativos.
Já no terceiro momento não tem mais retorno, você se vê dentro de um desses troços de metal que circulam entre corredores de espelhos enormes tendo você mesmo na mão um pequeno espelho negro com fios enfiados no ouvido cercado de um monte de gente igualmente conectada, sabe Deus a oque ou quem, mas com certeza não as pessoas que estão ao seu lado. Você começa a andar apressado e acha que o tempo diminuiu.
Mas para salvar minha alma e nossa amizade proponho que desliguemos essas traquitanas alienantes e nos juntemos em volta de um bule de café fresco ou mesmo uma garrafa de cachaça com um saco de fumo e um punhado de palha para poder pitar; sem pressa poderemos discorrer sobre a filosofia do sexo das borboletas, da quantidade e tonalidade da tinta que dá cor ao céu ou mesmo sobre a arquitetura das arvores.
Sei que o processo de desintoxicação metropolitana pode demorar e a abstinência é dura, mas conto com sua sempre fiel e caridosa companhia.
Quero começar o tratamento ainda neste final de semana, se sua agenda condicional do sistema de aprisionamento das rotinas urbanas o permitir.
Ate breve meu amigo(a).
(Luiz Vicensotti II/XVIII)

quarta-feira, 9 de setembro de 2015

La política en tiempos de indignación

Recorte do pensamento do Filósofo Daniel Innerarity

Artículo publicado en El Mundo 08/09/2015











Los años de la crisis han llenado las calles de manifestantes indignados y han sido un revulsivo que ha dado lugar a nuevos movimientos sociales e incluso a nuevos partidos. Al desgaste lógico de las instituciones se unieron abundantes casos de corrupción y una crisis económica que hacía más insoportable aún el desigual reparto de responsabilidades y cargas que originaba. Tiempo habrá de elaborar una interpretación equlibrada de todo ello; mi preocupación como teórico de la política es que estos momentos de especial agitación no se nos llenen de lugares comunes. Esta poderosa ola de indignación ha hecho que se tambalearan muchas instituciones, ha desatado las grandes pasiones políticas, pero también ha generado un especial desconcierto. Puede que los tiempos de indignación sean también tiempos de confusión. Son momentos en los que es más necesaria que nunca la reflexión acerca de la política, sus instrumentos, sus posibilidades y sus límites.

Nuestro gran desafío colectivo consiste ahora en hacer que la furia y la crítica sean capaces de originar transformaciones democráticas. Y en esta segunda fase entran en juego otras lógicas:
el protagonismo de los movimientos sociales está siendo en buena medida reemplazado por el juego de los partidos políticos, viejos y nuevos; donde antes podíamos darnos por satisfechos con la asignación de culpabilidades, ahora estamos empeñados en la construcción de la responsabilidad.
 La indignación deja de ser un exabrupto inofensivo e ineficaz a la hora de modificar los hechos intolerables que la suscitan cuando incluye además algún análisis razonable de por qué pasa lo que pasa, si identifica bien los problemas en vez de contentarse con haber encontrado a los culpables, si propone algún horizonte de acción. Y puede que lo que más nos cueste aprender es cómo gestionar esa inevitable frustación que acompaña a toda política, que es siempre algo limitado, sin renunciar a aquellos ideales que la protegen de convertirse en un ejercicio de cinismo o melancolía.

No hay transformaciones políticas que valgan la pena sin pasiones desatadas, pero tampoco si ese despliegue de ilusiones y expectativas nos lleva a realizar diagnósticos equivocados. Me disculparán este empeño achacable a una deformación profesional pero estoy convencido de que el mayor obstáculo para la renovación política es no haber entendido de qué va la cosa. Mi empeño es que no tiremos el niño con el agua sucia, como suele decirse. Más que unos partidos y sindicatos envejecidos, me preocupa la superstición de que un mundo sin ellos sería más justo; que no entendamos la representación más que como un obstáculo para la configuración de la voluntad política; que se instale entre nosotros una beatería de la transparencia que desconozca sus posibles efectos de empobrecimiento del espacio público; que confiemos al derecho o la ética lo que solo puede resolverse con criterios políticos; que caigamos en esa sobrevaloración de lo nuevo que tiende a reducir la política a un muestrario de novedades de temporada tan fugaces como muchas promesas; que no seamos capaces de ponderar la posible disfuncionalidad de las buenas intenciones en política; que subrayemos tanto la inoperancia de los políticos que lleguemos a olvidar los defectos  de los electores, que nos hemos equivocado no pocas veces, cuando menos al elegirlos.

Me da la impresión de que estamos haciendo un diagnóstico equivocado de la situación como si el origen de nuestros males fuera el poder de la política y no su debilidad. La regeneración democrática debe llevarse a cabo de manera muy distinta cuando nuestro problema fundamental es que nos tenemos que defender frente al excesivo poder de la política o cuando el problema es que otros poderes no democráticos están sistemáticamente interesados en hacerla irrelevante. Y tengo la impresión de que no acertamos en la terapia porque nos hemos equivocado de diagnóstico.

¿Y si el gran enemigo de nuestras democracias no fuera tanto la fortaleza de las instituciones como su debilidad frente a las veleidades de la opinión pública? ¿Qué significa, por ejemplo, regular políticamente los mercados sino impedir el encadenamiento fatal de las libres decisiones de los inversores? No es el distanciamiento de las élites respecto del pueblo lo que ha empobrecido nuestras democracias sino, por así decirlo, su excesiva cercanía, la debilidad de la política vulnerable a las presiones de cada momento y atenta únicamente a los vaivenes del corto plazo.

Comparto en principio todas aquellas medidas que se proponen para limitar la arbitrariedad del poder, pero no estoy de acuerdo con quienes consideran que este es el problema central de nuestras democracias. Vivimos más bien en un tiempo cuyo dramatismo consiste en que la política puede convertirse en algo completamente prescindible. Con esta amenaza me refiero a poderes bien concretos que tratan de neutralizarla, pero también a la disolución de la lógica política frente a otras lógicas invasivas, como la económica o la mediática, que tratan de colonizar el espacio público. Debemos resistirnos a que las decisiones políticas se adopten con criterios económicos o de celebridad mediática porque en ello nos jugamos la imparcialidad que debe presidir el combate democrático.

¿Hay algo peor que la mala política? Si, su ausencia, la mentalidad antipolítica, con la que de desvanecerían los deseos de quienes no tienen más esperanza que la política porque no son poderosos en otros ámbitos. En un mundo sin política nos ahorraríamos algunos sueldos y ciertos espectáculos bochornosos, pero perderían la representación de sus intereses y sus aspiraciones de igualdad quienes no tienen otro medio de hacerse valer. ¿Que a pesar de la política no les va demasiado bien? Pensemos cuál sería su destino si ni siquiera pudieran contar con una articulación política de sus derechos.

Es necesario que revisemos nuestras expectativas en relación con la política y examinemos si en ocasiones no estamos esperando de ella lo que no puede proporcionar o exigiéndole cosas contradictorias. Y es que todavía no hemos conseguido equilibrar estas tres cosas que componen la vida democrática: lo que prometen los políticos, lo que demanda el público y lo que el poder político puede proporcionar.

Solo quien ha entendido bien su lógica y lo que la política está en condiciones de proporcionarnos puede evitar las falsas expectativas y, al mismo tiempo, formular sus críticas con toda radicalidad.Es una obligación cívica de primera magnitud que entendamos mejor la política porque sólo así podemos juzgarla con toda la severidad que se merece. Deberíamos ser capaces de apuntar hacia unhorizonte normativo que nos permita ser críticos sin abandonarnos cómodamente a lo ilusorio, que amplíe lo posible frente a los administradores del realismo, pero que tampoco olvide las limitaciones de nuestra condición política.

¿Cómo conseguimos que la indignación no se quede en un desahogo improductivo, sino que se convierta en una fuerza que fortalezca la política y mejore nuestras democracias?

Ese algo más que necesitamos para transitar hacia un mundo mejor no es una mayor exageración dramática de nuestro descontento. El problema de los grandes gestos críticos no es que se proponga algo diferente, sino que las cosas suelen quedar inalteradas cuando las modificaciones deseadas están fuera de cualquier lógica política. Lo que necesitamos es, de entrada, una buena teoría que nos permita comprender lo que está pasando en el mundo sin caer en la cómoda tentación de escamotear su complejidad. Solo a partir de entonces pueden formularse programas, proyectos o liderazgos que permitan un tipo de intervención social eficaz, coherente y capaz de resultar atractiva para una mayoría que no esté formada solo por gente cabreada.

terça-feira, 5 de maio de 2015

Criação - Selim de bike, Rack em ipê, Ventilado de mesa e Suporte de aquário

Selim de Bicicleta Vintage 
Molde em plastico de tambor de combustível moldado no fogo

Capa em couro (feito na sapataria)

Fixação em parafuso de aço


Rack em ipê 
(Lembra do painel era pra substituir esse)
Meu povo esse móvel pesa muito

por isso as rodinhas

são 2 x 0,5 x 0.5mt

Suporte para aquário

Ventilador auxiliar de mesa

isso foi para atender o calor que fez esse ano

motor de microondas madeira de pallet

110 volt ligado por interruptor lateral